Historias

domingo, 2 de agosto de 2015

Amor a un metro

Sentada en el tercer vagón del la línea 9, mientras tenía entre mis manos uno de mis adorados libros, una imagen del recuerdo perforó mi mente. Unos ojos brillantes y azules rodeados de las pestañas más espesas y negras que había visto en mucho tiempo.

Hacía un tiempo, cuando yo era una niña, me encontré con esos mis ojos, solo que en aquella ocasión fue en la línea 1, pertenecían a un niño de aproximadamente mi edad de aquella época, unos 13 o 14 años. Vestía una camisa blanca, y unos tejanos de color azul. Se puso justo delante de mí. Su piel era pálida, tanto que hacía resaltar esos ojos aún más. Su cabello negro caía sobre su frente, rozándole las pestañas y me dejó hipnotizada. 

Recuerdo que pensé que se trataba de un ángel bajado del cielo, con la sonrisa más bonita que jamás había visto. 

Durante unas cuantas paradas, estuvimos uno frente al otro, yo tan perdida en su mirada que apenas podía avanzar en mi lectura. Pero la conexión se perdió cuando mi parada llegó y tuve que bajar sin poder saber si alguna vez, en algún otro lugar, podría encontrar de nuevo aquella mirada.
Sí, era exactamente igual que en aquel instante, leyendo mi libro preferido, pero con 12 años más sobre mi espalda. 

Me hizo feliz acordarme de la inocencia de aquella niña que habitaba en mi. Como una simple mirada movía mi mundo. El impulso de aquella imagen me arrancó una sonrisa radiante. Mis ojos lagrimearon de la emoción. Aparté la vista de mi libro, miré hacia delante, y mi cara de sorpresa se despertó. 

Frente a mí, 12 años más tarde, aquellos ojos volvieron a mirarme. Aquella sonrisa mágica, aquel pelo negro algo más corto, y aquellas espesas pestañas que me perdían, todo ello era igual, pero ya hecho todo un hombre.

Quise pensar que él también me recordó, que también fui un recuerdo de su niñez, solo sé que me sonrió, se acercó a mí y se sentó a mi lado. 

A través del cristal de la ventana, que quedaba frente a mí, pude ver sus expresiones. Cambiaba de idea, se notaba en sus continuas muecas que alternaba con bajar la mirada al suelo.

Al fin se giró, me sonrió, y su voz sonó a gloria cuando me preguntó.

- ¿Eres aquella niña, verdad?

Me sorprendió su voz. Era dulce, pero fuerte. Me giré para mirarle, y comprobar que no eran imaginaciones mías. Busqué mi voz en el interior de mi cuerpo. Las fuerzas para realizar aquella pregunta.

- Entonces ¿me recuerdas?

Con esas dos simples frases supimos que aquella experiencia fue algo inolvidable para ambos. Así fue cómo volvimos a contactar, cómo esta vez siendo adultos, nos facilitamos datos de contacto, y cómo gracias a un viaje en metro encontré a la persona que estaba destinada a mí. A aquel que estuve esperando y que hizo volver la magia a mi corazón. 

Creo que esa sonrisa, que al mirarle despertaba en mí, nunca la volveré a perder, porqué el sueño de una joven se hizo realidad.

Y ya dicen que cuando encuentras el amor el mundo se tiñe de rosa, y la otra persona se ilumina como un ángel, que te llena de alegría y emoción, al igual que dice el dicho "el amor se encuentra cuando menos lo esperas", y que "más vale una triste sonrisa que la tristeza de no saber sonreír", porqué nunca sabes quien te puede estar mirando.

09/06/2011

sábado, 1 de agosto de 2015

Soledad

Porque a veces creo que la soledad es mi más fiel compañera, aquella a la que no debo traicionar. Escribo palabras que el viento se lleva, y cada lágrima que derramo no sirve de nada. 

Solo hay tristeza en un corazón muerto y quebrado. Solo hay oscuridad en la cabeza del que nunca ha amado. Una oscuridad peligrosa, sinuosa, destructiva, calculadora, esperando el momento de debilidad para atacar y destruir el alma que habita en el cuerpo antaño humano. Matando cada una de las partes del razonamiento que le da estabilidad a la vida. 

Llanto, murmullos, gritos desesperados. Nada hace efecto, me sigo sintiendo sola.

¿Cómo gritar en un mundo sordo? 

¿Cómo conseguir que alguien te entienda? 

Todo el mundo tiene su vida difícil, complicada, y nadie se para a mirar a su alrededor. Dejan a la gente morir en el olvido sin darse cuenta de su mas desesperado llamamiento de auxilio. Nadie habla el mismo idioma. Cada uno escucha sus palabras sin tratar de comprender al que tiene al lado.

¿Yo también he acallado las voces de los que me necesitan? 

¿Estoy tan absorta en mi sufrimiento que no veo el de los demás?

Seguramente sí, alguien se ha escapado de mi mano por mi propia culpa, por regodearme en mi dolor. 
 
He tratado de que no sea así. De tender una mano amiga a aquellos que me han llamado. He atendido sus sufrimientos por encima de los míos.

He llorado por dentro para que la empatía que pudieran sentir hacía mi persona no les afectara con más dolor. 

He ahogado demasiado mi alma en esas lágrimas que ahora no quieren dejarme escapar. 
¿Y ahora quien escucha mi llanto? 

¿No hay nadie en el mundo? 

¿Todos nos hemos olvidado de quienes somos? 

¿De donde venimos? 
Tal vez deba dejar de pedir ayuda. Tal vez solo deba seguir aguantando en esta vida, luchando yo sola, aunque ese sea mi mayor miedo. Que realmente ella, y solo ella sea mi amiga.

Soledad.


09/11/2011

Encuentro, y pérdida de cordura.

Esa sensación cuando todo el cuerpo te hormiguea, la piel se eriza, y los ojos se nublan. No sabes el motivo, pero tiemblas de emoción. Te giras y ves en la misma habitación unos ojos verdes que parecen atraer toda la luz de la habitación, y son el único foco de tu atención.

Notas que su mirada se clava en la tuya y el temblor se intensifica. No sabes aun el motivo, pero su mera presencia, su mirada sobre tu cuerpo, te hace arder por dentro y tu estomago se contrae. Sientes mareos y solo quieres que la distancia se acorte.

Empieza a caminar lentamente hacia ti. Los nervios te juegan una mala pasada y crees ser una gelatina temblorosa. Tus piernas vibran y casi no pueden sujetarte. Es entonces cuando él llega hasta ti y se acerca hasta que prácticamente las puntas de sus pies se alinean con las tuyas. Su mano se alza y acaricia tu rostro y retira un mechón de pelo para rozar con sus dedos tus mejillas, baja la mano hasta tu barbilla. Su aliento roza tu cara y tus pestañas revolotean. Parpadeas, como una mariposa asustada.

Crees que es un sueño.

Con sus labios acaricia tu mandíbula, dejando allí donde te a rozado un reguero de fuego apasionado. Tus ojos lagrimean y no te crees capaz de mantener las lágrimas a raya. La cabeza te da vueltas, y más vueltas. Sientes que vas a caer al suelo si no besa tus labios y los desata del sufrimiento más cruel que crees que te han infligido.

Y entonces suspiras, dándote cuenta de que has mantenido todo ese rato la respiración.

Él gira la cabeza y tortura tu piel con sus pausados besos por toda la extensión de tu rostro. La sien, los parpados, la frente y de vuelta a las mejillas, para posar un ultimo beso en la comisura de tus labios.

Al fin mueves la cabeza, buscando el secreto que esconde. Tratando de robarle un beso, pero sólo consigues que se aparte y esboce una sonrisa torcida que sabe que te hará, de un modo traicionero y seguro, derretirte por completo por aquel desconocido.

Baja su rostro y besa tu cuello, mientras con sus manos te rodea la cintura y la nuca. Consiguiendo así tenerte sujeta y quieta.

Te sientes como la presa de un depredador peligroso, pero la atracción es inevitable, astuta, certera...te dejarías hacer cualquier cosa.

Es entonces cuando al fin vuelve su rostro a posicionarse frente al tuyo y te ahoga en un beso tan devastador que las piernas ceden totalmente, y es él el que te sujeta fuertemente contra su cuerpo.
Las bocas juegan y crean un volcán de lava en erupción en todo tu cuerpo. Tus brazos cobran vida y se abrazan a su cuello, tus piernas te vuelven a sujetar, y el mundo, su cuerpo y el tuyo, dejan de existir. Todo se funde en uno y es cuando pierdes de vista la razón de la existencia. Ya no estas en un paraíso terrenal, has pasado a estar en un cielo de fuego y llamas llamado pasión

Sus caricias te envuelven y te enloquecen. Te hacen sentir el único ser sobre la tierra y nada tiene importancia en aquel momento, excepto sus manos en tu cuerpo. Esas sensaciones son el maná de la felicidad, del placer y la lujuria. 

El cuerpo vibra con cada roce. Sus dedos viajan por tus hombros descubiertos, acariciando cada célula de tu piel, despertando y hormigueando el órgano más erótico y extenso que recubre tu cuerpo. Todo reacciona a su paso y tus pechos se yerguen atentos a cada paseo de aquellas maravillosas manos suaves y grandes.

En ese momento reaccionas y te das cuenta de que no estáis realmente solos, de que estáis rodeados de otras personas que están en su propio universo. Bailan, hablan, beben, y tu casi pareces invisible ante aquellos ojos extraños. Te da una especie de seguridad y a la vez de verdadero éxtasis estar junto a gente desconocida haciendo cosas tan intimas y personales.

Vuestras bocas se separan y un gemido se escapa entre tus labios entre-abiertos. Te mira, con esos ojos que te hipnotizan, y crees poder volar fuera de tu cuerpo. Te sonríe torciendo la comisura de la boca y al fin has caído en un infierno de lujuria. 

Sus brazos rodean tu cintura y te atrae hacia su cuerpo entre chocando el centro de ellos. Y lo notas, lo sientes. Duro, fuerte, grande y poderoso. Te hace sentir pequeña y vulnerable a su atracción. 
 
El calor te vuelve a hacer gemir, y él trata de colar su lengua entre tus labios. Saben a cerveza y nunca habías creído que el sabor de esa bebida pudiera parecerte afrodisíaca. 
 
Acaricia tus labios humedeciéndolos y capturas entre tus dientes el musculo juguetón. Tan delicioso como creías que podía estar. Y la lucha vuelve a empezar. Un combate por saber quien derrite a quien. 
 
Una mano en tu pecho, acaricia tu pezón y eso consigue darte el valor suficiente, el coraje para alzar las manos, amarrarte a su nuca y enredar los dedos en su cabello mientras tiras de él y su cabeza cede. 
 
Esta es tu ocasión de devorar con avidez la nuez de su garganta, succionar su piel y lamer cada gota de pasión. Besas el lateral de su cuello y mordisqueas su arteria principal. Huele tan bien que pierdes el norte y te da igual quienes te rodean, necesitas que sea tuyo.

29/03/2012 (encuentro) 24/07/2014 (pérdida de cordura)

Explosión de placer

Adoro tus brazos, fuertes largos y acabados en esas preciosas manos de dedos largos y estrechos como el mejor de los pianistas. Me estremezco cuando me miras con esos ojos azules, similares al cielo más despejado, con el brillo del sol  y cada uno de sus reflejos. Tu sedosa cabellera larga y oscura hace estremecer cada centímetro de mi piel y solo quiero cogerla entre mis dedos y tirar de ella, abriendo paso a tus labios perfectos, rosados y suaves. Quiero que acaricies con ellos cada parte de mi. Adoro morder tu mandíbula, sentir esa incipiente barba que arreglas con pericia cada mañana para que quede una perfecta perilla en el centro.
 
Me desestabiliza que tengas la fuerza y altura suficiente para que me cojas por la cintura para poder besarte y de un salto rodear tus cadera y clavar en el centro de mi cuerpo tu más que apreciado poder masculino. Ese que me da calor y me hace derretirme.
 
Quiero besar cada parte de ti, pero sobre todo quiero que tu me beses, me abraces, me hagas sentir las mil mariposas que revolotean en el estomago, y no por estar enamorada, sino por querer sentir el mayor de los orgasmos cuando te entierres en lo más profundo, arrancando de mi garganta los gemidos más escandalosos. Quiero que tapes mi boca con esas preciosas manos y que te acerques a mi rostro con los ojos brillantes de expectación y des un beso sobre tu mano, que sigue sobre mis labios. Que absorbas mis suspiros. Que quieras deshacer cada parte de mi cuerpo y volverlo astillas. Que la lava fluya por dentro y en una explosión de lujuria hagas de mi una mujer, y yo hacer de ti un hombre. Quiero que juntos toquemos el cielo, descendamos al infierno, nos abrasemos y con la mas lenta de las ascensiones volvamos a precipitarnos en el mismo centro del universo. Convertirnos en una supernova y explotar haciendo que mil estrellas corran entre nosotros.

 25/07/2013

Locura de amor.

Era él. Había vuelto como me prometía cada noche que haría. Me rozó la cara con su callosa mano y con una suavidad infinita acercó sus labios a mí oído y me dijo muy bajito, haciendo estremecer cada una de mis células:

- He vuelto mi vida, ya estoy aquí.

Y sus labios viajaron por mi pómulo, mi mejilla, la punta de la nariz, depositando en cada lugar un dulce y abrasador beso para culminar en mis labios, que se volvían rojos por el calor y la pasión.

- Te quiero, nunca lo olvides.

Y eso hacía yo cada noche, recordar lo que pasaba desde hacía cuatro meses. Cada noche el mismo ritual. Me despertaba en mitad de la penumbra, cuando yo alcanzaba el séptimo sueño y conseguía arrancarme de aquel paraíso para atraerme a uno mas real y puro. Y yo era feliz, y sonreía. Le amaba aún sin saber su nombre, su edad o haber visto nunca con claridad su rostro.

Era apasionante amar cada noche a la misma persona. Mis sueños se hacían realidad desde que el apareció, de la nada, como proyectado desde lo mas profundo de mi corazón a aquel cuarto vacío y desprovisto de muebles o decoración. A aquella jaula que habían creado para mí. Él nunca me abandonaba. Incluso en el día, cuando la luz bañaba cada rincón de aquellas cuatro paredes desnudas, yo le sentía, aquí en lo más profundo de mí ser. En mis venas corriendo con mi sangre, calentándome, susurrándome, acariciándome, amándome... era él, estaba segura. Estaba aquí, conmigo, oculto en las sombras inexistentes. Cada soplo de aire olía a él. Con cada roce notaba sus manos sobre mí. Oh, como le echaba de menos en aquellos momentos de luz. Amo tanto la oscuridad gracias a él. Mi vida, mi cielo, mi amor, ¿Dónde estás? ¿Dónde te escondes? No entiendo porque huyes con los rayos del sol, y apareces con la sombra de la luna. ¿Que te aparta de mí? Tal vez seas un ser mágico, seguro que es eso.

- Por favor – le ruego cada noche – no me dejes en la oscuridad. No te vayas todavía. ¿Porqué no te quedas y me haces el amor como deseamos? Quiero verte, para poder recordar tus ojos, tu graciosa nariz. Quiero ver como es tu suave piel y quiero saber el color de tu cabello.

Y siempre la respuesta es la misma:

- Si vieras lo que se esconde tras las sombras esto acabaría y jamás volverías a tenerme. ¿Es eso pues lo que quieres? ¿Quieres que me vaya y no vuelva nunca más? Yo jamás podría abandonarte por voluntad propia, es el destino que nos separa, mi dulce y preciosa flor.

Y con cada una de sus respuestas, cada vez que le preguntaba, la noche se hacía más corta y él me abandonaba antes. Y me dejaba aquí, sola, triste desamparada.

Quiero estar contigo y sentir tu aliento en mi cuello. Quiero aspirar tu aroma a libertad. Yo solo quiero tus labios, tus besos. Quiero tus caricias y tu deseo. Lo que quiero es sentirme viva como cuando estas conmigo en la oscuridad. Oh, no me dejes, vuelve a mí. Mis lágrimas cada día me consumen más el alma. Cada día que pasa soy un poco menos yo y solo consigo encontrar la cordura entre tus brazos mientras empapo tu camisa con mis lágrimas y mi sudor. Vuelve amor mio, no me dejes aquí sola. No quiero estar sola. Tu eres mi única salvación. Lo único que me ata a este mundo, y cuando no estas no encuentro sentido al vivir. Pasar este infierno sola es lo que realmente me hace sufrir.

Ellos son crueles y quieren que olvide, y poco a poco lo consiguen. Sus brebajes me enloquecen y me hace olvidar lo que soy, lo que eres. Hace que olvide tus besos y caricias. ¿Es que acaso no lo entiendes? Lo van a conseguir. Van a arrancarte de mi interior y entonces, mi amor, nunca mas te volveré a ver y caeré presa de la locura de un mundo monótono y sin color. Tú, que dicen que eres el demonio. Oh, por favor vuelve, vuelve a mí. Hazlo por nuestro amor, hazlo por nuestra historia. Quiéreme y llévame a donde la noche sea eterna y pueda estar siempre junto a ti.

Lo van a conseguir, y yo solo quiero estar contigo. Cada noche que vienes te veo más lejos y te siento un poco menos.

Él es todo mi mundo, acaso nadie lo entiende, acaso no me quieren escuchar. Dejad de llamarme loca, pues no lo estoy. Los locos sois vosotros que por no poder ver ni sentir creéis que este mundo en el que vosotros vivís es el real. ¿Que os da derecho a decir que lo que yo vivo cada noche es una ilusión? Si yo dijera que tus sueños son vanos y vacíos, que nunca te llevarán a donde quieres ¿dejarías de soñar? Pues dejarme sola en mi realidad, donde yo soy feliz, en aquello que vosotros llamáis locura y yo llamo realidad. Mía, solo mía y de nadie más.

Consejos de estrellas

Las estrellas me contaron un cuento, el día en que decidí salir de mi pequeño rincón. 

Me contaron que el universo es tan grande como puedas imaginar. Que los problemas, si los comparas con su extensión, parecen tan pequeños como la uña del dedo meñique de nuestro pie. 

Me enseñaron que la luz nunca se apaga y que puede durar años y años en la más inmensa oscuridad. Me explicaron que esa misma luz puede viajar por todo el universo, e incluso en la muerte, se puede seguir brillando. 

Son ellas las que me han explicado que el sueño de la inconsciencia se puede hacer realidad. Que muchas personas no se dan cuenta de que están ahí, de que son parte de nosotros, y que por ello no son menos especiales. Sus sabias palabras me dijeron, que aunque somos invisibles para algunos, otros pueden hacer un estudio detallado sobre tu vida, con tal pasión, que hasta te pueden abrumar. 

Quiero creer que todas su palabras son reales, que aunque a veces ellas están ocultas, siguen estando ahí. Yo las pienso cada noche, aunque no las pueda ver. Yo las noto en el camino de la oscuridad. Ellas me guían, me enseñan a valorar. Por ellas creo en la belleza de aquel que brilla con su propia fuerza de voluntad.

Son las estrellas las que por las noches me hacen soñar que es posible lo imposible. Que a pesar de que este mundo es eterno, inmenso, y nos puede engullir con su grandeza, quiero creer que alguien, algún día, me verá. Igual que yo las veo a ellas. Ser un punto de luz en una gran oscuridad. Ser lo único que pueda vislumbrar. Que sepa apreciar que muchas alumbran, pero yo ser su estrella polar. Su guía, su mejor amiga, su cordura y su bienestar. Quiero seguir soñando que tengo alguna posibilidad. Quiero tantas cosas, que no se por donde empezar. 

Me siento inmensa y con una gran capacidad, pero sé que en este mundo hay muchas estrellas que brillan, y que yo soy una más. Aunque quiero ser como esas estrellas que me han ayudado a querer crecer, a querer soñar, a querer ser una guía espiritual. 

Este es el consejo que me dieron un noche en que me paré a pensar, que aunque mis problemas parezcan enormes, son una nimiedad. Me enseñaron que es mejor luchar. Me enseñaron que nadie puede apagar mi luz, aunque en ocasiones parece que no me puedan ver. Me enseñaron que soñar es posible, y hacerlo realidad también. Me enseñaron que mi luz puede ser eterna y llegar a un punto infinito donde alguien me pueda necesitar. Me enseñaron que se puede ser grande, y a la vez sentirse pequeño. Y que aprenda a valorar que es realmente lo que importa, que los problemas solo deben ocupar un pequeño recoveco en mi gran universo personal.