Te leí y me enamoré. Te escuché y me hiciste vibrar. Te vi y no pude apartar mi mirada de ti, pero fue cuando realmente te conocí cuando conseguiste colarte por un pedacito de mi pecho y anidaste allí. Hiciste de mi corazón tu lugar para vivir, como un ocupa que sin permiso se cuela en una casa deshabitada.
El verdadero problema se presentó cuando te fuiste del mismo modo que llegaste, como un torbellino y sin avisar, sin un adios, dejando solo escombros, desechos, recuerdos recubriendo las paredes. Goteras y grietas sangrantes.
Desde ese momento mi corazón no es el mismo, ya no está habitable. Lo dejaste en tal estado que ha sido declarado en ruinas, y hay un cartel enorme que avisa de posible derrumbamiento haciendo huir a todos, y sin recibir una triste visita.
Parece que hayas entrado en mi cabeza (y corazón) y puesto letras a la tormenta que en ella (él) se desata.
ResponderEliminarHola, Marta. Llegué ayer a tu blog, o el domingo (no lo recuerdo, a decir verdad), y te iba a comentar antes en otra de tus entradas, pero no pude leer hasta hoy. Y me has descubierto algo que yo misma he sentido durante varios meses. Por eso, y porque me siento muy identificada, me quedo a seguirte (aunque ya te seguía de antes, que sepas jeje) y a comentarte siempre que pueda. Me gusta como escribes, además.
ResponderEliminarSaludos <3